Prólogo

Sostiene George Steiner que la literatura y las artes son los testigos perceptibles de la libertad de llegar a ser. Gracias a ellas, el hombre deja, entiendo yo, su perennidad sostenida de vagabundo desalentado para reencontarse con aquello que lo hace verdaderamente humano: su esencia, su mismidad.
La poesía como camino ingobernable hacia la pausa, como trayecto incandescente de silencio, se convierte en la celebración del acto de vivir. El poema es la fiesta donde se celebra la vida.
“A pesar de todo” de Sergio Bartés constituye una larga meditación sobre el existir y la existencia. Como un arrullo suave, la voz del poeta se deja oir en varios textos que juntos aproximan al rito.
El poeta dice: “Hay lágrimas caídas / en el canto roto / de la ausencia”, o confiesa (confesándole a otro) “... ambos sabemos / que uno de nosotros / no existe”, o asegura: “El dolor es de nadie”.
Un gran “yo” inaugura la primera persona de lo desolado y recoge en esa voz patética el grito de una soledad que no acaba: “En el centro/ del resplandor/ yo espero”.
Poemas cortos, casi reflexiones que inician el vuelo hacia la derrota o el triunfo; apenas frases deflecadas en un enunciar el existir como si doliera:”pero hay regiones que aún respiran / y yo sigo existiendo”.
Porque para Bartés existir es el privilegio de la palabra.
Existiendo se prolongan los silencios interrumpidos por el verbo, se vuelve a ser desde la gestualidad sonora que nos convoca.
Complace y alegra que el nuevo libro de un poeta austero, lleno de vértigo y de fuerza, se nos instale en la palma de los ojos como un regalo. Y que sea el gesto vivo del poema el elegido para esta aventura.
Así como en la lluvia cada gota se une a las demás para dibujar la tormenta, aquí cada verso se reúne con los otros para conformar el relato de la espera de lo quizás definitivamente ausente.

Prof. Miguel Ángel Gavilán

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