Por propia voluntad

No me alcanzará la ira
del silencioso bisturí;
ni las sábanas amarillas
de amarillos hospitales,
y sus corredores
de negras encías.


No habrá rostros de harina
acechándome con sonrisas
de caracoles podridos.


Nada tendrán de mí,
aunque deba
renunciar al amor
y a la lluvia
en los jardines.

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